domingo, 8 de agosto de 2010

Historia: Clementina y su mandarina

Había una vez una niña de diez años llamada Clementina, que le encantaba comer mandarinas, jugar a la escuela haciendo de profesora y hacer muchas travesuras. Ella tenía como rutina sentarse en su silla reclinomatic, mirar sus caricaturas favoritas y comer un pedazo grande de Torta de mandarina con leche tibia.

Un tarde por cosas de la vida se fue la luz en la casa de Clementina, así que ella se comenzó aburrirse y decidió ir al parque que estaba a cuatro cuadras de su casa. Clementina siempre recortaba camino por un callejón que estaba en el camino, pero como ese día no tenia afán se decidió a coger el camino largo.

Como a una cuadra antes de llegar al parque encontró una hermosa planta de mandarinas que se veían bien jugosos y apetitosas. Así que decido coger una de esas mandarinas, al abrirla cogió el primer gajo para morderlo y en ese instante apareció un niño cargado de cosas, se le acerco a Clementina para mostrarle su colección de stickets y varitas mágicas de todos los tiempos. La apariencia del niño era como la de un viajero ya que parecía desalineado y sucio,

Yo me llamo Bruno , exclamó el niño. Mi nombre es Clementina dijo la niña . ¿Que haces por aquí niña? Pregunto Bruno . Estoy conociendo el camino largo hacia el parque ¿y tú? ,Yo voy en busca de una fruta para mi jefe, ¿has visto las mandarinas ridiculus?¿En busca de qué.....??..Tartamudeó Clementina con nerviosismo. De mandarinas ridículus. Mmmmmmmmm que raro pensó Clementina.

Bruno al ver la curiosidad de de la niña comenzó a contarle que su jefe usaba las mandarinas ridiculus para la receta de Slave, esta era un postre que transformaba a las personas buenas del mundo en esclavos por toda la eternidad. Y que él era uno de esos esclavos. El que termina de contarle la historia se oye a lo lejos una voz fuerte y furiosa que decía....¡Bruno.!!!!!..¡Apúrate...!!!!!!¡Ya la encontraste!!!! Oh, oh, me están llamando, apártate de aquí, rápido, corre y ve a tu casa, no vuelvas más por este camino, porque estarás en grave peligro, exclamó Bruno.

Clementina, no le obedeció, tomó la mandarina que había cortado en el camino y guardado en su bolsillo, le sacó la cáscara, comió el primer gajo y siguió su paso. Pero por morder el primer gajo se quedó en shock.

Oh, exclamó Clementina, mirándose en el reflejo de un charco. Después de un minuto, recordó que Bruno le había comentado sobre las mandarinas ridículus y que le había dicho que su jefe las usaba para transformar a las personas en esclavos. Clementina comenzó a preocuparse, a ponerse anaranjada, se comenzó a desesperar y por otro lado, angustiada porque no sabía cómo volver a la normalidad, sino conseguía ayuda de nadie. Tampoco se animaba a salir del sendero, seguro que estaban sus amigos andando en bicicleta y se iba a reír de ella. Luego, siguió caminando, observó una cartelera que decía “Científicus Sútilbus”, ella pensó que eso científico podría ayudarla, entonces dio un paso y abrió la puerta.

El científico, se quedó sin palabras al mirarla. ¿pero qué te ocurrió niña...? Comí un gajo de mandarina ridículus respondió Clementina. Ven, que te solucionaré el problema. Clementina sonrió. Robert, tráeme un poco de zanzariolas con limón .

Robert que era el robot abrió la nevera y en vez de agarrar el las zanzariolas, tomó el Ultraenanizador “B”. El científico fue a la cocina y se lo dio a Clementina para que lo se la comiera. Ella muy obedientemente se las empezó a comer rápidamente, se apoyó sobre la mesa y le dio un mareo. La niña comenzó a reducir de tamaño, tan pequeña que cavia en el plato donde estaba la comida que estaba ingiriendo hacia un rato. Robert el asistente del científico sin darse cuenta metió la el plato en el congelador, sin saber que ella estaba ahí.
Clementina, se despertó, pensando que estaba en la Antártida. Luego decidió hacer una radio con los elementos del científico, que estaban en el congelador (Antártida), para poder comunicarse con Robert.

Mientras el científico estaba desesperado, pues al abrir la puerta del laboratorio, no halló a Cinthia y no sabía que había sido de la pequeña. Más tarde el robot se preparó un vaso de soda, sacó un cubito de hielo y vio a Clementina. Entonces le echó un Ultragigantador “C” y todo volvió a ser como antes, Clementina tenía su pelo espléndido. Contenta se fue y siguió por el sendero otra vez.

Pasado un tiempo, se le ocurrió mientras caminaba, morder el segundo gajo para ver que le sucedía. Su cabeza, le quedó como copa de árbol. Oh no, porque habré cometido otra vez el mismo error, de hace un rato. Enseguida volvió corriendo a la tienda de Científicus Sútilbus, pero el robot le dijo que estaban arreglando uno de sus inventos y que no podía ayudarla más.

A Clementina no le quedó otra opción que seguir caminando en busca de otra tienda, similar a la del científico. Unos segundos más tarde se encontró con un mago antiguo, famoso y rockero, que la invitó a su cueva secreta mágica. Allí empezó a comentarle que a él le había sucedido exactamente lo mismo que a ella, con la diferencia que él se había comido dos mandarinas enteras y Clementina apenas dos gajos, hasta entonces.

El mago trató de tranquilizarla diciéndole, que esa copa de árbol no iba a aparecer más en su cabeza, el tenía una solución. Siéntate en la roca, dijo. Tengo polvos “clav”, guardados de hace mucho tiempo, tu pelo será el mejor del sendero, pero antes me tendrás que prometer que no comerás más, ni siquiera un gajo de mandarina ridículus, dijo el mago con seriedad. Está bien, exclamó Clementina, te lo prometo. En ese instante, Clementina se sintió diferente, su pelo ya era el de siempre. ¡Entonces hasta siempre y suerte..!!!.. bella niña del camino.
- Muchas gracias, feliz me voy, dijo clementina. Ella salió de la cueva muy contenta y con gran felicidad.

Al mismo tiempo de salir de la cueva, se encontró con un japonés, ella se puso a hablar con él y también le comentó todo sobre la mandarina ridículus.

El japonés le dijo que para que esa mandarina no sea ridículus, debía arrojarla para arriba. Asi que Clementina le obedeció, tiró la mandarina para arriba bien alta y la miró con sus bellos ojos, pero a la vez su boca estaba bien abierta, entonces el tercer gajo de mandarina, por descuido cayó sobre esta la boca. Que mala suerte dijo Clementina enfadada y con lágrimas en los ojos.

Me transformé en reloj despertador desarmado....!!!! El japonés la llevó a su casa para darle un té de manzanilla y una sopa bien calentita con arroz. Ella aceptó la invitación con la condición que le solucionara el problema. El japonés hizo un procedimiento muy sencillo comparado con los demás (el científico, el mago), utilizó una receta japonesa que le había dejado su abuela antes de que falleciera. Luego, exclamó, ¡ya está lista la sopa..!!!!

Arriba de un estante, se encontraba un frasco en donde el japonés había guardado, los demás gajos de mandarina de Clementina, el frasco estaba sin la tapa, entonces se cayó el cuarto gajo en el plato donde comería ella. Clementina, tomó la cuchara, se la acercó a la boca y sin darse cuenta, mordió el gajo, se vio en un pequeño espejo y.....Otra vez...!!..Se dijo a sí misma...porque me habré metido en este camino largo hacia el parque, mientras se observaba, todas las rayas negras y blancas que poseía su cuerpo. Oh, que horror, exclamaba nuevamente. El japonés, estaba sorprendido, no sabía más que hacer, no tenía más recetas y menos para re transformaciones de animales a personas.

Luego cuando el sol, comenzaba a bajar desde el horizonte, y el atardecer anaranjado desaparecía. Al japonés, se le ocurrió llevar a Clementina a un templo Egipcio, un lugar oscuro y silencioso en donde todos hacían magia y rezaban. Allí, de a poco fueron desapareciendo las rayas negras y blancas del cuerpo, gracias a la magia y misterio del templo.

Antes de irse del templo, Clementina, al ver que el lugar estaba rodeado de magia, se le ocurrió que podía pedir un deseo, pero no cualquier deseo uno muy especial, en ese instante se acordó de Bruno el niño de camino al parque; así que decidió pedir que el jefe de Bruno no tenga como esclavos a las personas buenas y a él, que nunca más se encuentre una mandarina ridículus, y que pueda regresar a su casa, pues su madre, debía estar muy preocupada, la debía estar esperando. Y aunque sabía que probablemente la castigarían por un buen tiempo ella solo quería un abrazo de su mamá.
Los deseos se fueron cumpliendo de a poco a poco pero menos el ultimo ya que no encontraban el camino de regreso fácilmente.

En el templo el japonés le presentó a Clementina una mujer rubia muy hermosa, parecía un ángel. Esta sería el que la ayudaría luego, ya que ella se dirigía por el mismo camino que la niña debía ir. Al llegar al Salto del Montón para conseguir un libro mágico y por allí se encontraría la salida. Antes de emprender viaje, Clementina se despidió del japonés y le agradeció, todo lo que él había hecho por ella.

El camino para llegar a Salto del Montón, era un poco largo, entonces mientras ambas caminaban, La mujer comenzó a contarle el cuento de “La tetera”, Clementina sonrió.

“Una tarde de sol en pleno verano el alemán Marcos Fludgmans, en un pasadizo secreto, encontró una tetera mágica, que parecía ser de oro con mezcla de plata. Cuando esta persona falleció, la tetera quedó en manos de una pareja holandesa que se iba a casar el 8 de enero de 1193. El día del casamiento, la pareja usó la tetera para servir a las personas una bebida típica de esa región, pero ocurrió una tragedia, la tetera se volvió loca y arrojó un chorro de esa bebida, hirviendo, a 50 personas en la mesa 305. Las demás personas se fueron enseguida, después de lo sucedido, pero lo importante para la pareja era haberse casado”. FIN.

Clementina sintió un poco de miedo. Después de haber terminado con el cuento la mujer tomó el libro mágico y trató de ubicar la salida del sendero, para regresar a Clementina de vuelta a su hogar. Caminaron y caminaron sin parar y por fin hallaron, la salida del sendero comenzaron a caminar por las cuadras del pueblo y ella empezó a quejarse de un dolor de su tobillo, -estoy cansada, exclamó Clementina, Se sentaron en el cordón de la vereda y siguieron caminando. Luego la mujer le preguntó a Clementina si conocía el camino de regreso a su casa, ella respondió que si, con seguridad. Una cuadra antes de llegar, Cinthia le pidió a la mujer que se marchara, quería sorprender a su madre Mahia, ella le agradeció todo lo que había hecho hasta aquí. Se despidieron.

Antes de ingresar a su hogar, en la tienda de artesanías de la esquina, con un peso que tenía en su bolsillo, Clementina, le compró a su madre un adorno de una niña, muy parecida a ella. Apenas llegó, tocó el timbre y gritó...!!Sorpresa!!, la madre se asombró al ver a su hija, sana y salva, contenta y cariñosa, por eso soltó el llavero que tenía en su mano y le dio un fuerte abrazo a la niña.


Pasaron dentro de la casa y la madre le preparó una chocolatada calentita con una torta de mandarinas que compro en el súper mercado y le presentó la mascota que ella siempre había querido tener, un tierno gatito. Clementina, le contó a su mamá a donde había estado y todo lo que le había sucedido, luego le prometió que no iba a hacer lo mismo nunca más. Que jamás volveria a comer frutos recogidos en la calle si no los que ella u ptra persona conocida le dieran. Desde ese día todo permaneció en la normalidad.

Bruno, todas las tardes iba a jugar con ella y ya no era más esclavo. Clementina iba a la escuela, comía su torta de mandarina, se divertía con su nueva mascota, miraba televisión y leía cuentos todas las tardes.

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